“Finalmente, llegamos a un acuerdo”. Así anunció Claudia Sheinbaum un pacto in extremis para posponer por un mes la guerra arancelaria que se cernía sobre México. Visiblemente aliviada y sonriente, la presidenta evitó la imposición de tarifas del 25% a sus exportaciones y se anotó su mayor triunfo político en los cuatro meses que ha estado en el poder, al salvar la relación con Estados Unidos, su principal socio comercial. La tregua no estuvo exenta de costos ni compromisos. A cambio de diferir la aplicación de los aranceles, el Gobierno mexicano accedió al envío de 10.000 efectivos de la Guardia Nacional a la frontera para reforzar el combate al crimen organizado, un trofeo que Donald Trump pudo presumir ante sus seguidores. Sheinbaum sacó pecho al sobrevivir la embestida del republicano y puso sobre la mesa el tráfico ilegal de armas desde territorio estadounidense. Trump pudo decir que doblegó a sus vecinos, al obligarlos a ceder en el combate al fentanilo y la crisis migratoria. Ambos lados se fueron contentos y con un nuevo tablero de juego para la relación bilateral y el futuro inmediato de las negociaciones.
AméricaArancelesCárteles mexicanosClaudia SheinbaumComercioCrisis migratoriaDiplomaciaDonald TrumpEstados UnidosGuerra comercialInmigraciónInmigración irregularLatinoaméricaMéxicoNarcotraficantesNarcotráfico