Cada Día de las Madres, las mamás de Venezuela reciben con cariño los detalles y felicitaciones de sus hijos e hijas. Es una fecha para celebrar su amor y sacrificio, pero también una oportunidad para reflexionar sobre lo que realmente merecen: no solo gestos afectivos, sino derechos que les han sido negados por demasiado tiempo. Más allá de flores o regalos, el mejor homenaje que el Estado y la sociedad pueden ofrecerles es garantizarles justicia, equidad y oportunidades para construir un futuro digno para ellas y sus familias.
Las madres solteras, pilares de tantas familias, enfrentan enormes obstáculos para salir adelante. Hace décadas, los hogares de cuidado diario permitían que las mujeres se incorporaran al trabajo o continuaran sus estudios, sabiendo que sus hijos estaban bien atendidos. Hoy, la ausencia de estos servicios condena a muchas madres a elegir entre el sustento de su hogar y el cuidado de sus pequeños. Reactivar estos programas no es un lujo, sino una necesidad urgente para empoderar a las mujeres y fortalecer el futuro de la patria.
Otro regalo fundamental es el respeto a la autonomía de las madres. En los centros de salud, muchas mujeres que desean ligarse tras dar a luz enfrentan trabas inaceptables: se les exige haber tenido múltiples hijos o contar con la autorización de sus parejas. Ser madre es una dimensión valiosa, pero no puede reducirse a un mandato de por vida. Las mujeres tienen derecho a decidir sobre su cuerpo, su futuro y sus aspiraciones sin restricciones ni juicios. Garantizar este control es un paso esencial hacia la igualdad.
Uno de los problemas más graves y desatendidos es la violencia vicaria, una forma cruel de violencia de género en la que los agresores utilizan a los hijos u otras personas significativas para infligir dolor a la madre. Esta lacra, invisible en la legislación venezolana, no se investiga ni se castiga adecuadamente. Reconocer legalmente la violencia vicaria y establecer medidas para erradicarla es un deber ineludible del Estado. Las madres merecen vivir libres de miedo y protegidas por un sistema que las respalde.
Mientras algunos «malos hijos de la patria» se aferran al poder, ignorando estas demandas y priorizando sus intereses, la resistencia de las madres venezolanas sigue viva. Su fe y esperanza en un país más justo no se apagan. Imaginemos una Venezuela donde las madres reciban estos regalos no solo en su día, sino todos los días: servicios que las apoyen, leyes que las protejan y un sistema que las valore. Ese amanecer está cerca, y todos juntos lo lograremos.
#FelizDíaDeLasMadres