En 1852, el hundimiento del HMS Birkenhead dio origen al principio de «mujeres y niños primero», un acto heroico en el que los soldados sacrificaron sus vidas para priorizar la evacuación de los más vulnerables. Este gesto marcó un precedente ético: proteger al prójimo por encima del interés personal. Hoy, sin embargo, la figura del «macho alfa» parece contradecir ese legado, promoviendo una masculinidad tóxica que exalta la dominación y desprecia la igualdad. Ellos están primero.
Hoy, la figura del «macho alfa» prolifera en redes sociales y espacios públicos, promoviendo una masculinidad tóxica basada en la supuesta superioridad masculina. Estos hombres, obsesionados con proyectar fuerza a través de gestos como hablar alto, ocupar espacio o apretar manos con firmeza, suelen adherirse a un culto superficial al físico y a menudo tratan a las mujeres con actitudes manipuladoras o posesivas. Lejos del sacrificio altruista del HMS Birkenhead, su mentalidad prioriza el ego sobre la empatía. Lo más preocupante es su influencia: muchos son «influencers» que, al glorificar esta conducta, normalizan una visión retrógrada que perpetúa desigualdades.
Este fenómeno es alarmante porque socava un pilar de la democracia: la igualdad entre hombres y mujeres. Cuando un «macho alfa» exige a una mujer que limite su vestimenta, sus amistades o su presencia en redes sociales, o cuando amenaza con el abandono si no se le «respeta», perpetúa una dinámica de control. Peor aún, ideas como la «energía masculina» versus la «energía femenina» o discursos religiosos que insisten en la sumisión de la mujer al hombre refuerzan una jerarquía injusta. Estas actitudes no solo oprimen a las mujeres, sino que también marginan a la comunidad LGBTIQ+ y descalifican cualquier forma de masculinidad que no se ajuste a su ideal de «líder de la manada». El resultado es una sociedad fracturada, donde la igualdad se ve amenazada por la glorificación de la dominación.
La arrogancia del «macho alfa» impide que estos discursos se cuestionen, pues su convicción de superioridad los ciega ante cualquier crítica. Necesitamos, como sociedad, fomentar una cultura de respeto y empatía que desafíe estas actitudes. Educar en igualdad, visibilizar masculinidades diversas y rechazar la glorificación de la dominación son pasos esenciales para construir un futuro donde nadie se crea superior por mirarse en el espejo de su propio ego.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica