
En enero de 2015, durante su visita pastoral a Filipinas, el papa Francisco pronunció una frase que aún resuena en los pasillos del Vaticano: “El futuro de la Iglesia es en Asia”. El comentario recuerda Corriere della Sera, que tuvo como destinatario al cardenal Luis Antonio Tagle, se produjo ante una multitud de siete millones de fieles en Manila, la asistencia más masiva en la historia de los viajes apostólicos. Más allá de las cifras, la mirada del Pontífice —formado en la tradición jesuita— estaba puesta en el continente asiático como campo fértil de evangelización, especialmente en China, donde su cofrade Matteo Ricci había abierto camino siglos atrás.
Por infobae.com
Tagle, que en junio cumplirá 68 años, recibió aquella afirmación con una sonrisa que parecía entender el alcance geopolítico del gesto. No solo porque Filipinas, un país de 115 millones de habitantes con una mayoría católica del 80%, es desde hace siglos un bastión de la fe en Oriente, sino también por su propia historia personal: su madre, Milagros Gokim, era de origen chino, y su padre, Manuel Topacio Tagle, descendía de la aristocracia local vinculada al periodo colonial español.
Ahora, lo llaman el “Francisco de Asia” no solo por su formación jesuita, sino también por sus posturas pastorales, y su nombre circula en la short list de los papables.
En diálogo con Infobae, Inés San Martín, vicepresidenta de Comunicación de las Obras Misionales Pontificias, ex co-editora de CruxNow.com y periodista con años de cobertura papal, elogio a Tagle como “una opción muy interesante”, pero advirtió que tendrá una ardua lucha en el cónclave. “Es un poco joven. De ser elegido tendría un pontificio largo de unos 15 años”, advierte. Resalta como otra posible desventaja que “es muy bueno dando homilia y es un hombre muy pastoral, pero sus hermanos cardenales pueden cuestionar qué tan bueno es como administrador”.
Una vida moldeada por la fe y la humildad
Nacido en Manila en 1957, Luis Antonio Tagle creció en una familia modesta, que pese a las dificultades económicas heredadas de la guerra civil, la ocupación japonesa y la posterior dominación estadounidense, priorizó la educación moral y académica de sus hijos. Él mismo recuerda que sus padres le legaron “el mejor regalo para su vida futura”: una base sólida de valores.
Apodado “Chito” desde joven, fue animado por sacerdotes a ingresar al seminario jesuita de San José y luego a continuar sus estudios teológicos en la Universidad Ateneo de Manila, también regida por jesuitas. A los 25 años, recuerda Corriere Della Sera, fue ordenado sacerdote y comenzó una carrera pastoral marcada por la cercanía con su comunidad y un perfil bajo, atributos que conserva incluso hoy como Pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización.
Su formación y compromiso lo llevaron a ser convocado en 1997 por el papa Juan Pablo II para formar parte de la Comisión Teológica Internacional, entonces presidida por el cardenal Joseph Ratzinger. Más tarde fue nombrado obispo de Imus en 2001 y arzobispo de Manila en 2011. Un año después, Benedicto XVI lo elevó al cardenalato, convirtiéndolo en el segundo cardenal filipino más joven de la historia.
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