La sala de la casa de David Grimán es su propio museo. Sus paredes están llenas de recuerdos de cada capítulo de su vida, de sus triunfos y reconocimientos como boxeador, de todos los lugares que visitó a lo largo de su carrera deportiva. Entre tantos diplomas, pósters en japonés de sus peleas y fotos al lado de celebridades, un gran aparador guarda uno de sus mayores tesoros: su cinturón de campeón mundial de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en la división de peso mosca.
Aunque se retiró joven del ring, Grimán ha continuado presente en el mundo del boxeo como entrenador y formando a niños de Los Teques, estado Miranda, ciudad en la que nació y en la que sigue viviendo a sus 58 años de edad. También ha mantenido una notable trayectoria como analista y comentarista deportivo en la televisión. Le gusta ser lo más cálido y abierto posible con la gente, por lo que no se contiene al hablar.
En entrevista para El Diario, Grimán afirma que a veces, en sus días más decaídos, suele sentarse en esa sala a contemplar lo logrado, su historia retratada en las paredes, y entonces se siente mejor. Con un vaso de papelón con limón, su bebida favorita, recuerda que llegó allí precisamente por la voluntad de nunca haberse rendido. “El único lugar donde tiro la toalla es en la playa”, bromea al respecto.
Tras una destacada carrera en el boxeo amateur que lo llevó a representar a Venezuela en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, Grimán debutó como profesional en 1989. De 27 combates que tuvo en esta etapa ganó 22, de los cuales 14 fueron por la vía del knockout. Logró retener su título mundial en dos ocasiones, entre 1992 y 1994.
El muchacho de Los Teques

Buena parte de los cuadros enmarcados en su pared son reconocimientos que ha ido recibiendo de diferentes instituciones de toda Venezuela, círculos de periodistas y clubes deportivos. Muchos pertenecen al estado Miranda, específicamente al municipio Guaicaipuro, a los que Grimán representó en varias oportunidades. De hecho, todavía enseña en la misma zona donde dio sus primeros golpes décadas antes.
David Grimán Méndez nació el 10 de marzo de 1965 en Los Teques. Creció en el sector El Trigo, en una familia de escasos recursos, pero en la que asegura que nunca le faltó nada. Cuenta que sus hermanos mayores practicaban boxeo y un día, cuando tenía 8 años de edad, los acompañó al gimnasio y quedó enamorado de ese deporte. “Total que ellos se retiraron y yo fui el que me quedé boxeando”, comenta.
Apenas pesaba 28 kilos, pero desde un principio mostró dedicación. Cada día de práctica salía corriendo desde su casa, cerca del antiguo retén de Los Teques, hasta el gimnasio cerca del hospital Victorino Santaella, a una distancia de casi 4 kilómetros. Allí fue entrenado por Ovidio Almeida, fundador de la primera escuela de boxeo de la ciudad. “Un ícono, un histórico de Venezuela al que no se le ha dado el mérito que merece”, destaca Grimán.
En ese momento, el atleta señala que desde niño solía escuchar sobre las hazañas de Francisco “Morochito” Rodríguez, el primer venezolano en ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, en México 1968, y fallecido abril de 2024. Inspirado por él, decidió que quería seguir ese mismo camino. “Me dije ‘quiero emularlo y ser campeón olímpico’”, acota.
Ascenso

Así, comenzó escalar en competiciones infantiles, desde las locales y estatales, hasta representar a Miranda en torneos nacionales, como el de 1981 en Cumaná (estado Sucre) donde se coronó campeón por primera vez. Durante la década de los ochenta fue convocado para ser parte de la selección venezolana, peleando ahora en competencias internacionales. En 1984 ganó la medalla de oro en los Juegos Suramericanos en Argentina.
En 1986 volvió a subir al podio en los Juegos de la Buena Voluntad, celebrados en la Unión Soviética, donde obtuvo la medalla de bronce. Más adelante se alzó con la medalla de plata en el IV Campeonato Mundial de Boxeo Aficionado en Reno, Estados Unidos, donde cayó en la final ante el cubano Pedro Orlando Reyes. “Es una de las medallas que más recuerdo, porque no es fácil estar en la final de un torneo así. Dicen que es hasta más duro que un juego olímpico”, comenta Grimán.
Al año siguiente, compitió en los Juegos Panamericanos 1987 en Indianápolis, Estados Unidos. Volvió a ganar medalla de plata, tras pelear en la final contra el cubano Adalberto Regalado. En total, Grimán participó en más de 140 combates durante su ciclo amateur, el cual recuerda con orgullo, sobre todo por representar a su país en cada una de esas competencias. Menciona que también logró títulos importantes en el Torneo Internacional Batalla de Carabobo y la Copa Simón Bolívar, ambas en Venezuela, los Juegos Centroamericanos y del Caribe, así como eventos en Francia, Alemania y México.
Sueño olímpico

Su desempeño en los Juegos Panamericanos le permitió a Grimán clasificar como uno de los 18 venezolanos que participaron en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. De esa experiencia en Corea del Sur guarda varios recuerdos en su museo personal. Justo al lado sus fajas de campeón, exhibe en su sala sus medallas de participación, así como una toalla enmarcada con los pines olímpicos que intercambió con otros atletas de diferentes países durante su estadía.
“Representar a Venezuela en unos Juegos Olímpicos, estoy seguro que para cualquier atleta es de lo más hermoso que puede existir. Allí está lo máximo del deporte mundial, y en los Juegos Olímpicos está la mejor condición física del ser humano. En un evento tan importante como ese todo el mundo quiere ganar, pero estar allí ya es un triunfo increíble”, destaca el boxeador.
Grimán era uno de los grandes favoritos de la categoría de peso mosca masculino. Estaba confiado y preparado para apuntar por el oro, pero perdió por puntos en las preliminares contra el búlgaro Serafim Todorov, en una decisión dividida 3:1. Ese año Venezuela regresó sin medallas de Seúl.

Sobre ese combate persiste una polémica. En su momento la prensa especializada cuestionó el resultado de los jueces. Todorov vivió una controversia similar en la semifinal de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, cuando derrotó también por decisión dividida a un Floyd Mayweather Jr. de entonces 19 años de edad. Al respecto, Grimán también defiende su desempeño. “Hay muchas malas decisiones. La gente que recuerda eso sabe que yo fui el ganador”, asegura.
El sueño olímpico de Grimán había terminado de una forma agridulce, y de regreso a casa, debió replantearse todo su mundo. Sentía que ya había dado todo lo que podía como amateur, por lo que se trazó entonces una nueva meta: ser campeón mundial de boxeo profesional.
“Yo pienso que uno no debe rendirse, así que dije, ‘tengo que seguir luchando, porque quiero ser una figura y quiero quedar en la historia del boxeo venezolano’, y bueno, di el salto”, relata.
Contra el mejor

Grimán debutó en el boxeo profesional en marzo de 1989 en el Holiday Beach Hotel de Curazao. Noqueó en el primer round al dominicano Carmelo Fernández, iniciando una racha de 13 victorias consecutivas, incluyendo el título venezolano de supermosca. Tras llamar la atención de la AMB, pudo retar al entonces campeón mundial Khaosai Galaxy en julio de 1991.
El tailandés, considerado uno de los mejores pegadores de todos los tiempos y actualmente elevado al Salón de la Fama del Boxeo Internacional, lo derrotó en el quinto round por knockout técnico, el único en toda la carrera de Grimán. Esa experiencia lo hizo aterrizar, aunque lejos de intimidarse, acota que de alguna manera le hizo tener mucha más confianza en las peleas siguientes.
“¿Por qué? (se ríe) porque yo me enfrenté al mejor peleador de mi categoría en el mundo y a un histórico. Ya cuando me enfrentaba después a otros peleadores decía: ‘No vale, yo peleé con el mejor, le puedo ganar a cualquiera’”, responde.
A golpes

Luego de dos combates en su país, el entonces presidente de la AMB, el venezolano-panameño Gilberto Mendoza, le dio una nueva oportunidad a Grimán para disputar el título mundial. La pelea se acordó en Caracas, en el Parque Naciones Unidas, el 15 de diciembre de 1992, y se enfrentaría a su compatriota Aquiles Guzmán. Manteniendo la técnica, logró imponerse y ganar por puntos, convirtiéndose en el venezolano número 18 en coronarse con el máximo título de peso mosca.
“Levantar eso que está allí, la faja de campeón del mundo, y decir, ‘Soy el mejor, no joda’. Eso es algo increíble”, evoca.
En su pared guarda los recuerdos de ese día. Un par de fotos enormes del momento tras anunciarse su victoria, y en las que sale levantando los puños junto a su madre, mientras era rodeado por compañeros, familiares y aficionados que subieron al ring a felicitarlo. Como premio le dieron una pintura de flores, hecha por otro boxeador, y que todavía tiene en su recibidor.
Grimán recuerda que en medio de las celebraciones, su padre se acercó a él y le dio un consejo que lo marcó para siempre: “A golpe ganaste ese cinturón, y a golpe te lo van a quitar. Así que, por favor, saca el mayor provecho posible y sigue siendo el mismo muchacho humilde y sencillo”.
“Yo nunca cambié mi forma de ser”, responde el campeón al respecto. “Siempre fui el mismo chamo de barrio, de mi comunidad, y me mantuve siempre igual que todo el mundo, porque eso no me hace diferente, simplemente pues me dediqué a algo que me permite que la gente me conozca y lo logré”.
Los más grandes

La fama que vino después resultó encandilante para Grimán, quien de pronto se volvió una cara conocida en cada lugar al que iba, y se sentaba en las mejores mesas de los restaurantes. Sin embargo, precisa que gracias a la presencia de su familia y al consejo de su familia, evitó que todo se le subiera a la cabeza. Eso sí, aprovechó de hacerse amigo de otras grandes figuras deportivas del momento, incluso fuera del boxeo.
Por ejemplo, en entre sus cuadros hay fotos compartiendo con peloteros como Andrés Galarraga y Luis Sojo. También tiene fotos con el famoso y polémico promotor de boxeo estadounidense Don King. No obstante, una de sus anécdotas más preciadas no quedó registrada en imágenes. Cuenta que en 1987, durante la ceremonia de premiación de los Juegos Panamericanos, uno de los asistentes fue la leyenda del boxeo Muhammad Ali.

El campeón estaba tan emocionado que gastó todo el rollo de su cámara tomándole fotos a Ali desde la distancia. “Le tomé todas las fotos porque yo pensé que él nunca iba a estar al lado mío”, confiesa entre risas. Pues resulta que su ídolo sí lo saludó y aunque no pudo retratarse junto a él, sí consiguió que le autografiara el diploma , que también muestra con orgullo en su pared. Más adelante volverían a coincidir en Atlantic City en 1993, durante la enrega de su cinturón como campeón mundial
El venezolano resalta cómo fue una experiencia para él salir de un barrio humilde de Los Teques y terminar conociendo a varios de gigantes del boxeo como Myke Tyson, Roberto “Manos de piedra” Durán, Alexis Argüello o Juan Manuel Márquez. “Tuve la suerte en el boxeo de estar en los escenarios donde estuvieron los más grandes”, declara.
Colgar los guantes

Grimán tuvo la oportunidad de defender con éxito dos veces su título mundial. La primera fue en Osaka, Japón, contra Hiroki Ioka; y la segunda en Puerto La Cruz, Venezuela, contra el colombiano Álvaro Mercado, a quien recuerda como la pelea más difícil de su carrera. Fue en su tercera defensa, que perdió el título ante el tailandés Somchai Chertchai en febrero de 1994. Había permanecido invicto desde su pelea con Khaosai Galaxy, pero la profecía de su padre finalmente se había cumplido, otra vez en Tailandia.
Después de eso, su carrera solo se prolongó por seis peleas más. Dos victorias en Japón y dos derrotas seguidas en Venezuela contra Jesús Rojas, la última por el título nacional. Tras perder contra el mexicano Cuauhtemoc Gómez en Miami en julio de 1997, Grimán tomó otra decisión. Era el momento de colgar los guantes.
“Entendí, estando joven, que ya no podía ser el mejor, y cuando yo me inicié en esto yo quería ser el mejor. Como no pude seguir siéndolo, me retiré y dejé el boxeo a los 30 años”, reflexiona.
Sus guantes están colgados en una esquina de su casa. Tanto los que usó cuando se coronó campeón en Caracas, como otros que lo acompañaron también durante su carrera. A partir de ahí volvió al mismo gimnasio donde comenzó todo en Los Teques para convertirse en entrenador, pero sabía que no era un camino fácil. Necesitaba formarse, estudiar y cambiar su mentalidad para poder enseñar a las próximas generaciones.
Próxima generación

Ahora en la esquina del ring, Grimán reconoce sentir con sus estudiantes los nervios que no había sentido como boxeador. Afirma que entendió por qué su entrenador Ovidio Almeida (fallecido en 2003) a veces temblaba mientras le vendaba las manos antes de un combate. “Es increíble porque ya eres como un padre. Te encariñas tanto con los muchachos que es otra cosa, aparte el resultado que ellos tengan. El boxeo es difícil, también que salgan bien, que salgan sin daño”, indica.
Así ha tenido la oportunidad de seguir viajando, ahora como parte del equipo técnico, a diferentes torneos. Acompañó en el ring a su amigo y excampeón mundial Eloy Rojas. También entrenó a talentos emergentes como José Español, Antonio Osorio y Fredy Beleño, e incluso a boxeadores de la talla de Gusmyr Perdomo y Nelson Linares, hermano de Jorge “Niño de oro” Linares.
“Me siento contento porque aparte de todo eso, lo más bonito es que yo entreno a niños y si no son campeones mundiales, una cosa importante para mí es que sean buena gente. Y el hecho de que yo ponga un granito de arena para que este país siga avanzando y creciendo, para mí es un orgullo. Poder enseñar los chamos valores, que respeten. Y el deporte, en específico el boxeo, es una herramienta fundamental para la vida, que te aleja de la droga, te aleja de lo malo y te abre caminos bonitos”, aporta.
Apoyo familiar

Además de los cuadros con sus hazañas deportivas, gran parte de la pared de Grimán está llena de fotos con los logros de su familia. Medallas y trofeos de sus hijos, Darwin y Diana, quienes siguieron sus pasos en el deporte, en gimnasia y atletismo respectivamente. Aunque ya no compiten profesionalmente, el boxeador recuerda cada vez que puede el orgullo que siente por ellos. “La familia es una base fundamental para la vida”, asevera.
Destaca que siempre contó con el apoyo de sus padres, hermanos y primos, quienes estuvieron presentes en cada pelea desde que era un niño. Además de su entrenador y todo el cuerpo técnico que lo acompañó a lo largo de su carrera, considera que la clave de su éxito estuvo en su familia como su principal sostén incluso cuando no podía verlos por sus constantes viajes.
“Creo que un atleta al que no lo apoye la familia es bien difícil que pueda lograr el objetivo. Cuando era un niño tenía que alimentarme, debía tener vestimenta para entrenar. Aunque vengo de una familia humilde, mis viejos, que son mis héroes, hicieron el sacrificio y me apoyaban, siempre me daban ánimo. Eso para mí es fundamental, porque cuando tú estás en una actividad y ves para las gradas y está tu familia es increíble”, explica.
Vencer el miedo

Tras años formando boxeadores, Grimán cree que Venezuela se acerca a una buena época dentro de las competiciones internacionales. Esto por los cambios en la Federación Venezolana de Boxeo, que simplificó su directiva con un solo presidente. También por un generación de jóvenes atletas que ahora cuentan con herramientas que en su época, como la preparación psicológica, la cual señala como necesaria para controlar el miedo.
“Cuando te preparas para una actividad, pues tú subes tranquilo. El miedo es una sensación que no puedes evitar, y cada vez que te subes a un ring, cada vez que te presentas ante el público, sientes miedo. Pero una cosa es tener miedo y otra cosa es ser un cobarde. Cada vez que subía tenía miedo, pero resolvía mi problema y era valiente”, afirma.
Actualmente desde su casa llena de memorias, Grimán afirma sentirse tranquilo. Cada semana graba sus análisis de boxeo para la televisión y sigue dando clases a los jóvenes, sabiendo que lo más importante no es el pasado que atesora en su sala, sino el futuro que construye desde su gimnasio. Por eso aconseja a los jóvenes que deseen iniciarse en el deporte que tengan una cosa: dedicación para trabajar todos los días por sus objetivos.
“Me siento tranquilo, me siento en paz porque logré mi meta. Camino con la cara alta porque nunca le he hecho daño a nadie. No he tenido que apagar la luz de otros ni meterles el pie para que se caigan y yo brillar. Solamente con mi esfuerzo, con mi sacrificio, con mis ganas y por supuesto con el apoyo de toda la gente que quiero, pues logré todo lo que he logrado”, apunta.
La entrada David Grimán: “Tuve la suerte en el boxeo de estar en escenarios donde estuvieron los más grandes” se publicó primero en El Diario.