El fanático vinotinto llegó al final de las Eliminatorias Sudamericanas con la fe intacta. Una fe que se manifestó de muchas formas desde oraciones en grupo hasta pequeños rezos a la Virgen del Valle que un día antes fue celebrada por el oriente de Venezuela.
La aventura de muchos comenzó semanas antes, cuando la Federación Venezolana de Fútbol (FVF) habilitó la venta de las entradas para el último partido de las Eliminatorias para el Mundial de Norteamérica en 2026. Aunque algunos se habían mentalizado en que la Vinotinto podría despedirse de sus oportunidades en esta doble fecha, también prefirieron creer y agotaron las entradas para el encuentro.
Otra decisión era el cómo llegar al estadio. Los pasajes en avión hasta Maturín, Monagas, subieron sus precios desde agosto para la fecha del juego, con montos de hasta 120 dólares solo de ida. Ir por tierra parecía la mejor opción, aunque el camino no fue muy amable con los vehículos que asumieron esa travesía.
Mi grupo salió de Caracas a las 11:00 am del 8 de septiembre con el temor de que se nos hiciera de noche antes de llegar a Maturin, por lo que la persona designada para conducir trató en lo posible de recortar camino.
Al pasar el punto de control de Caucagua, en el estado Miranda, una serie de huecos, baches y desniveles fueron un recordatorio constante de lo rústico que sería el viaje.
Una parada en Anzoátegui para ir al baño, estirar las piernas y tomar agua sirvió de excusa para encontrarnos con una pareja que también se aventuró a hacer esa travesía por los colores de su equipo. “Nosotros salimos desde Maracay (Aragua) a las 9:00 am más o menos”, contó una mujer que ya vestía su franela Vinotinto anticipándose a lo que sucedería en la cancha. “Tenemos, mejor dicho, vamos a ganar mañana”, insistió.
La ciudad de Maturín recibió esa noche a personas de toda Venezuela, aunque a la mañana siguiente continuaban llegando en carros particulares y autobuses de equipos y empresas que organizaron los viajes.
El día decisivo

El monaguense sabe cómo son los tiempos para ver a la selección en el Monumental, pues su ciudad fue hasta esa fecha la fortaleza vinotinto. También sabe que el fanático comienza a llegar desde la 1:00 pm y que las gradas se empiezan a llenar a las 4:00 pm, así que con base en eso se planifican.
Había una distancia desde el primer cerco de seguridad y la entrada al estadio de aproximadamente 1,3 kilómetros. En ese primer punto te advertían o devolvían a quien portara algún “objeto prohibido”, artículos que podían ser desde la franela de un club de fútbol hasta un labial hidratante.
“Ahora no dejan pasar carros ni motos, porque antes la gente se inventaba cualquier excusa, como que iban para el Furrial, y les daban paso. Muchas personas se quedaban en la avenida esperando los autobuses de los equipos para tomarles fotos o gritarles cosas, por eso ahora son más estrictos”, explicó una vecina de la zona industrial de Maturín.
A pesar de eso, una línea de taxis trabajó dentro del perímetro de seguridad para ofrecer carreras y así acortar esos 1,3 kilómetros.
Tras pasar dos filtros más de seguridad, casi a las 4:00 pm, logramos entrar al estadio Monumental de Maturín. Subiendo la rampa del sector este, las marcas patrocinantes del equipo esperaban a los fanáticos con juegos, dinámicas y productos para regalos o venta.
Cuando el público comenzó a ubicarse en sus asientos, progresivamente perdieron todo contacto con el exterior. Todos allí nos quedamos sin señal y prácticamente incomunicados hasta la hora en la que terminó el juego.

Entre el caos y la paciencia
Al momento de comprar entradas por la página web de la federación, no se le permitió al público elegir el número de sus asientos, solo el sector. Lo que parecía un problema pequeño durante esa transacción electrónica pudo convertirse en una incomodidad para varios de los que lograron asistir al juego.
Comprar cuatro entradas para un grupo podía significar que cada uno terminara sentado así:
-Fila G asiento 3
-Fila E asiento 12
-Fila D asiento 8
-Fila H asiento 7
“Pero siéntense todos juntos, si llega alguien yo los ayudo a ubicarse para que puedan verlo bien”, nos comentó una acomodadora, quien durante toda la tarde y noche se convirtió en una conciliadora del problema que generó el no poder elegir los asientos a placer.
Con las horas, veíamos cómo las personas cambiaban de puesto como si se tratara de fichas en un juego de ajedrez, saltando de una grada a otra. En simultáneo un animador buscaba mantener activa la emoción del público pidiéndole corear los cánticos que acompañaron a la Vinotinto en las eliminatorias.
La entrada de las banderas de Venezuela, Colombia y la Conmebol se ensayó un par de veces, al igual que el canto de los himnos nacionales. A una hora de que comenzara el partido, se le anunció al público una sorpresa: un grupo de exjugadores de la selección asistieron para apoyar a los dirigidos por Fernando “Bocha” Batista. Entre ellos, leyendas como Juan Arango, Jorge Alberto “el zurdo” Rojas y Daniel “Cari Cari” Noriega y parte de la nueva generación de directores técnicos como Oswaldo Vizcarrondo y Fernando Aristiguieta. Un gesto que avivó aún más la fe del fanático.

Josef Petel, un niño de 11 años de edad, viajó con su familia desde San Felipe, estado Yaracuy, en un autobús de la barra de Yaracuyanos para poder ver el juego en el estadio. Él esperaba poder cantar un gol de la Vinotinto e irse a casa con una victoria 1-0 y la certeza de que Venezuela aún tenía esperanzas de ir a un Mundial.
“Salimos de San Felipe ayer a las 8:00 pm y llegamos aquí a las 11:00 am. Es mi segunda vez viniendo y es increíble, no tengo palabras para describirlo” , contó Josef.
Una alegría tempranera y una decepción
Cuando la Vinotinto salió a la cancha a calentar, los gritos de los fanáticos retumbaron el estadio. Miles de personas aclamaron a quienes en estos tres años han tenido una participación estelar, como es el caso de Rafael Romo, portero titular de Venezuela. Uno que otro abucheo se escuchó, por su parte, ante la llegada de la selección Colombia.
Pasados los minutos, los jugadores volvieron al campo para entonar sus himnos y el pitazo inicial. Este partido no solo era significativo por la definición del puesto de repechaje, sino porque el encuentro representaba un capítulo más de la marcada rivalidad entre Venezuela y Colombia en este deporte, una idea que le dio el tono de un partido intenso desde los primeros minutos.
Un gol tempranero de Telasco Segovia, en el minuto tres, despertó la emoción de los fanáticos, las cervezas volaron y los extraños se abrazaron. A los pocos minutos el colombiano Yerri Mina marcó el primer gol cafetero a lo que el Monumental respondió con un silencio absoluto.
Dos minutos después Josef Martínez recuperó la ventaja y el resultado se sostuvo así hasta casi el final del primer tiempo. Luis Javier Suárez le dio el empate de nuevo a Colombia y dejó a los fanáticos con un sabor agridulce en el descanso.
Pese al resultado y a que Bolivia se fue al medio tiempo ganado en El Alto, la fe del público siguió latente. Las filas para comprar bebidas se alargaron, así como las de los baños a los que no les llegó el agua toda la noche.

En decrescendo
El balón empezó a rodar nuevamente y a los cinco minutos Suárez le dio por la ventaja al conjunto cafetero, la fecha 18 fue la noche del joven delantero del Sporting Club de Lisboa, quien alcanzó un triplete en el minuto 59 y selló su jornada con un cuarto gol a los 67 minutos.
“Alguien sabe cómo va el juego de Bolivia” gritaban desde las gradas manteniendo la última esperanza de que una victoria de Brasil salvara a la Vinotinto.
Nadie respondió, seguíamos incomunicados y sin señal para saber qué sucedía en El Alto. Comenzaron a correr rumores de un supuesto empate de Brasil, incluso de una remontada. El público respondió con aplausos y un grito de “sí se puede” para animar a la Vinotinto.
Lo que pareció un efecto placebo precedió a un gol de Salomón Rondón, goleador histórico de la selección venezolana, en el minuto 76. El tanto se celebró como una victoria, aunque dos minutos después Colombia reafirmó su dominio del partido con un sexto gol de la mano de Jhon Córdoba.

Quienes lograron capturar un poco de señal comenzaron a llamar a familiares para que les dieran el resultado de Bolivia vs. Brasil. Allí el rumor quedó en evidencia, la Canarina seguía perdiendo 1-0 y los rostros de decepción arroparon las gradas del Monumental. El ánimo del público fue decrescendo en cada minuto del segundo tiempo y pasados los 80 en el reloj de una de las pantallas muchos decidieron buscar la salida.
“Teníamos fe de pasar al repechaje en este partido. Esperábamos que nos dieran pelea, pero no este resultado. No se nos dieron las cosas, ya será para el próximo mundial, igual lo veré”, dijo Manuel Manrique, un fanático que viajó desde Bogotá a Los Teques (Miranda) y luego en carretera hasta Maturín para ver su primer partido de la Vinotinto.
Ahogar la pena con comida chatarra
Un río de personas bajó la rampa y caminó por la avenida Zona Industrial para intentar salir de los alrededores del estadio. Entre molestia y chistes sobre la posibilidad de ganar el Mundial de Desayunos creado por el youtuber español Ibai Llanos, los seguidores de la Vinotinto buscaron aquellos negocios que aún seguían abiertos en Maturín para poder comer y seguir bebiendo en lo que quedaba de noche.
Los puestos de comida cercanos a las urbanizaciones de la zona industrial se llenaron de personas con franelas vinotinto, algunos poco acostumbrados a recibir ese flujo de clientes aceleraron el paso para poder atender los pedidos de quienes querían ahogar su pena con comida chatarra.

Un perro caliente con todo fue la recompensa de ese fanático que dio todo por la Vinotinto en estas eliminatorias, ese jugador número 12 que se aferró a su fe y asumió los juegos como una experiencia para olvidar los problemas.
La entrada Corazón roto en Maturín: la derrota que ahogó la ilusión del fanático vinotinto se publicó primero en El Diario.