
En medio del aumento de tensiones militares entre Irán e Israel, con intercambios de ataques que han dejado víctimas civiles y encendido las alarmas de una escalada regional, una silueta sin ventanas visibles y un perfil que parece una sombra se proyecta sobre el Océano Índico. No es un avión comercial. No lleva distintivos visibles. Es el B-2 Spirit, el bombardero estratégico invisible de Estados Unidos, una nave de combate cuyo diseño nació en la Guerra Fría, pero que vuelve a ser protagonista en un conflicto que amenaza con reconfigurar el equilibrio de poder en Medio Oriente.
Por: Infobae
El B-2 fue desplegado recientemente en la base militar de Diego García, un pequeño enclave británico bajo control estadounidense, estratégicamente ubicado a distancia de vuelo tanto de Irán como de Yemen. Imágenes satelitales verificadas esta semana muestran al menos seis de estos aviones estacionados en la pista de la base de Camp Thunder Bay, lo que representa cerca de un tercio de la flota total de 19 B-2 operativos. Esta concentración inusual de poder aéreo coincide con el envío de más de 30 aviones cisterna estadounidenses a Europa y el inminente arribo del portaviones USS Nimitz al Golfo Pérsico, en lo que parece ser una preparación para una posible intervención sostenida de Washington en caso de que se profundice la guerra entre Irán e Israel.
El B-2 es mucho más que una reliquia modernizada de la carrera armamentista entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Es una máquina de guerra construida para misiones que implican altísimo riesgo estratégico. Con un costo estimado de más de 1.100 millones de dólares por unidad —una cifra que incluye diseño, mantenimiento y soporte logístico—, este bombardero de ala volante y aspecto de nave extraterrestre fue diseñado para penetrar sistemas de defensa aérea densos y realizar ataques quirúrgicos sin ser detectado. Su diseño furtivo, que evita reflejos en radares, y su estructura cubierta con materiales absorbentes de ondas electromagnéticas le han valido el apodo de “fantasma”.
Más allá de su silueta intimidante, lo que vuelve al B-2 esencial en el actual tablero militar es su capacidad de carga: puede transportar hasta 40.000 libras de armamento, incluyendo dos bombas GBU-57 A/B Massive Ordnance Penetrator, un proyectil de 30.000 libras (12.300 kilogramos) diseñado específicamente para destruir objetivos enterrados a gran profundidad, como la instalación nuclear iraní de Fordow.
Excavada bajo unos 80 metros de roca y tierra cerca de Qom, al suroeste de Teherán, la planta ha sido considerada durante años como un punto inaccesible para cualquier ataque convencional. Protegida además por sistemas de defensa aérea rusos e iraníes, esta planta de enriquecimiento de uranio continúa operando en secreto relativo, pese a las sanciones internacionales. Pero la presencia del B-2, equipado con las únicas armas convencionales que podrían alcanzarla, cambia esa ecuación. Según la Fuerza Aérea estadounidense, estas bombas pueden perforar profundamente mediante detonaciones sucesivas, rompiendo capas de concreto y tierra hasta llegar al núcleo del objetivo.
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