Hubo un tiempo en el que el cubano Daniel Morejón García se movía con autoridad entre los habitantes de Las Cañas, un poblado al suroeste de La Habana que no tiene cementerio, pero sí una fábrica de pienso, una calle central, una línea de tren, una farmacia, un parque y una sala de cine. Morejón, de 57 años, es un tipo alto, corpulento, hasta “buen mozo”, según dicen quienes le conocen. Siempre vistió bien y ostentaba una pistola que saltaba a la vista de los vecinos. Algunos lo tildan de “arrogante”, otros dicen que le gustaba alardear con el poder que le habían concedido. “Quería imitar al dictador Fidel Castro, y así se comportaba”, asegura Maykel Bencomo, de 43 años, quien lo conoce desde niño y lo recuerda moviéndose con peculiar altanería entre la gente común de Las Cañas. Pero ahora los roles se han invertido, y Morejón no es el que intimida, sino el que siente miedo. No es el que manda a la cárcel a los anticastristas en Cuba, sino el reo en Estados Unidos.
