Tocamos este tema hace unos 15 años en reflexión publicada en la web: “El Independiente”.
Creo útil traer tan importante tema al presente, donde los actos terroristas son frecuentes.
Cité allí a la famosa revista TIME -edición del 21/diciembre/1962- que publicó la opinión de Ernesto Guevara (“el Che”) contraria al acuerdo entre el mandatario soviético, Nikita Kruschev, y el presidente norteamericano, John F. Kennedy. Dicho acuerdo puso fin a la amenaza de guerra nuclear que provocó la instalación clandestina en Cuba de bases militares rusas, equipadas con armamento nuclear.
La fuente de aquella reseña en TIME fue una entrevista concedida por el Che al corresponsal en La Habana del periódico socialista inglés London Daily Worker, Sam Russel, la cual sepublicó el 4 de diciembre de aquel año.
Es inestimable el valor histórico de aquella entrevista, pues contiene las únicas declaraciones que diera el Che Guevara en los meses que duró la crisis de los misiles. La revista Time la tituló:
“Cuba: Castro’s Warhawk” enuna clara referencia al Che como “El Halcón de guerra” de Fidel Castro.
La lectura de las declaraciones del Che revelan, sin ambages, su perspectiva terrorista.
Su rotunda afirmación fue:
“Si los misiles hubiesen permanecido en Cuba, nosotros los habríamos usado contra el propio corazón de los Estados Unidos, incluyendo la ciudad de Nueva York”
(en el inglés original: “If the missiles had remained, we would have used them against the very heart of the United States, including New York City”).
Admitía asi, su mentalidad terrorista jactándose alegremente de su deseo de ejecutar una acción militar que causaría la muerte de millones de seres inocentes. Acción, que por lo demás, traería aparejada la desaparición de millones de inocentes cubanos, causada por la respuesta nuclear de EE UU contra la URSS que implicaba fatalmente la destrucción de Cuba. En verdad desafía toda comprensión que tanto desamor a su pueblo y a la humanidad de este hombre trasmutara en un símbolo romántico de lucha por los oprimidos.
OPERACIÓN ANADYR
Los diferentes aspectos involucrados en la “Operación Anadyr” (nombre dado por los rusos a la instalación de las bases nucleares en Cuba) revelarían otra cara oculta del Che Guevara y de Fidel Castro, que evidencia el absoluto irrespeto de uno y otro hacia la opinión del pueblo cubano.
Al subordinar a Cuba a los intereses geopolíticos de la URSS, acordaron la narrativa a difundir sobre la Operación Anadyr.
Una de éstas fue que la instalación de las bases militares se haría en secreto. Siguiendo ese guion, el 27 de agosto de 1962 el Che Guevara salía a escena declarando en Moscú que “la URSS construiría una gran acería en Cuba” (según la agencia soviética TASS “una factoría de fundición de acero”).
De la falsa acería no se volvió a hablar más y en su lugar, el comandante Fidel Castro inventó otra coartada: declaró que los rusos construirían “un gran puerto pesquero en Cuba”.
El engaño llegó a su máximo el 23 de octubre de 1962 con la respuesta de Castro, transmitida por radio y TV, al discurso pronunciado por el presidente Kennedy el día anterior en cadena nacional. Ese día Castro desmintió la denuncia de Kennedy acerca de la instalación de misiles nucleares rusos en Cuba y denunció “al presidente norteamericano de mentir al acusar a Cuba de disponer de armas atómicas”.
Como se puede comprobar en su carta de despedida a Fidel, el Che mantendría inalterado el engaño al que siempre ha estado sometido el pueblo cubano sobre la famosa crisis. En lugar de referirse a la “crisis de los misiles”, intencionalmente adopta la retórica sovietica, la cual se refería a aquellos peligrosos acontecimientos como la “Crisis del Caribe”.
Con esa frase se mataban 2 pájaros de un tiro: se escondía la responsabilidad de la URSS en la crisis y se presentaba el conflicto como un enfrentamiento heroico entre el pequeño David (Cuba) y el gigante Goliat (EE UU).
El Che con su más que temeraria actuación dejó muy mal parado al filósofo francés Jean-Paul Sartre, quien en 1960 al visitar la isla lo consideró: “el ser humano más completo de nuestra época”.
Con toda razón, Ralf Dahrendorf señaló que el existencialista francés había sucumbido a la tentación totalitaria “siempre que se dieron tales tentaciones”.