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domingo 10 de agosto 2025
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Antonio Ledezma: Clandestinidad sin redes socialesOpinión

Antonio Ledezma: Clandestinidad sin redes sociales

En un intento socarrón por desvirtuar la lucha de resistencia de millones de venezolanos, y en particular la de María Corina Machado, algunos “colaboradores” se han dedicado a banalizar su situación de clandestinidad, balbuceando frases preelaboradas con un lenguaje sibilino, pretendiendo descalificar tan arriesgado esquema de combate. Critican su llamado a la desobediencia civil y se esmeran en contrastar, con argumentos rebuscados y comparaciones absurdas, la realidad actual con los diez años de dictadura que comenzaron en Venezuela a finales de 1948, tras el derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos. Sin embargo, la clandestinidad de entonces y la de hoy son mundos distintos, y minimizar el coraje del pueblo venezolano actual es un error que no podemos permitir.

En los años cincuenta, los presos políticos y quienes resistían clandestinamente no contaban con las herramientas que hoy damos por sentadas. En 1951 o 1957 no existía internet, ni Instagram, ni Facebook, ni YouTube, ni X, ni TikTok. La organización dependía exclusivamente de redes humanas: células que integraban ciudadanos corajudos que habilitaban los escondites de líderes como Leonardo Ruiz Pineda, Alberto Carnevali, Antonio Pinto Salinas o de Rómulo Betancourt antes de su destierro. Los sabuesos de la Seguridad Nacional, bajo el mando de Pedro Estrada, recurrían a delatores —los infames “sapos”— y a torturas inhumanas para arrancar información sobre el paradero de estos u otros luchadores. La represión era feroz, y la clandestinidad significaba vivir bajo la constante amenaza de ser capturado o asesinado. También en cada circunstancia se organizaron fugas espectaculares, como la de Alberto Carnevali, escapando del Puesto de Socorro en Caracas el 26 de julio de 1951 y la Operación Guacamaya, implementada a comienzos de mayo del año en curso, que dejó al desnudo las debilidades de la dictadura de Maduro.

Hoy, la tecnología ha transformado radicalmente la forma de resistir. ¿O es que no recordamos que la campaña electoral que cerramos con la épica victoria del 28 de julio se apoyó, fundamentalmente, en el uso de las redes sociales para proyectar los mensajes de María Corina y las imágenes de las masivas concentraciones de respaldo a la candidatura de Edmundo González Urrutia? Actualmente María Corina Machado y Edmundo González, por ejemplo, utilizan plataformas tecnológicas para realizar reuniones de trabajo, día tras día, en mañanas, tardes, noches y madrugadas. Esta comunicación instantánea permite coordinar esfuerzos de manera eficiente, algo inimaginable en la época de Pérez Jiménez.

Las redes sociales se han convertido en herramientas clave para difundir información, organizar movimientos y conectar con la comunidad internacional. Esta visibilidad global marca una diferencia abismal con el aislamiento que sufrían los luchadores de antaño. En tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez los líderes se veían forzados, inevitablemente, a movilizarse, a salir de sus “conchas” o lugares de refugios para encabezar reuniones clandestinas; por eso agarraron y asesinaron a Leonardo Ruiz Pineda y a Pinto Salinas. Ellos organizaron redes secretas para desafiar al régimen militar. Estas «células valientes» coordinaban escondites, distribuían propaganda y planificaban acciones de ataques sin contar con la tecnología moderna de la que disponemos ahora, enfrentándose a una represión brutal liderada por la Seguridad Nacional y su temido jefe, Pedro Estrada. Esta lucha clandestina, combinada con protestas públicas relancinas, culminó en la caída de Pérez Jiménez en 1958, abriendo el camino hacia la democracia en Venezuela.

Pero que nadie se equivoque: la tecnología no reduce el peligro ni el valor de quienes enfrentan al régimen de Maduro. La clandestinidad sigue siendo una realidad arriesgada. Mujeres muy humildes, madres y abuelas desobedecen con una dignidad admirable las órdenes del régimen, negándose a participar en fraudes electorales a pesar de las amenazas de ser eliminadas de las listas que controlan la entrega de las míseras cajas de alimentos. Su valentía no necesita de torturas físicas para ser reconocida; el simple acto de desafiar al poder en un contexto de hambre y vigilancia ya es heroico.

Quienes pretenden desacreditar esta lucha argumentando que la clandestinidad actual es ficticia o menos dura por la existencia de la tecnología, ignoran la realidad. Tampoco resaltan que hoy existe la Corte Penal Internacional y contamos con una red mundial de medios globalizados que denuncian la supresión de la libertad de expresión, pero eso no elimina el peligro. Pero lo persigue, tal como está ocurriendo con el incremento de la oferta de 50 millones de dólares por la captura del dictador Maduro. No es una quimera. La información la ha dado a conocer oficialmente el Departamento de Justicia de Estados Unidos.  Una recompensa histórica de 50 millones de dólares por información que lleve al arresto de Nicolás Maduro.

El régimen de Maduro ha adaptado sus métodos de represión a la era digital, utilizando la vigilancia electrónica y la persecución selectiva mediante la revisión arbitraria de teléfonos y monitoreo de redes sociales. Comparar maliciosamente ambos contextos es un ejercicio vacío que solo busca desmontar el ánimo de un pueblo que no se rinde y no toma en cuenta que, desde el 28J, enfrentamos una nueva etapa, porque el régimen le declaró la guerra abierta al pueblo. No quieren acuerdos; quieren sumisión. Frente a eso nos corresponde seguir luchando, la victoria llegará. Este régimen caerá. Viene una Venezuela nueva, más sana, más fuerte, fortalecida en la lucha y el dolor. Una Venezuela mejor preparada que nunca para el trabajo duro y para cosechar los frutos de la libertad.

En definitiva, subestimar la resistencia venezolana es un acto de ceguera. La lucha actual es tan legítima y valiosa como la de hace décadas, aunque se libre con otras herramientas y en otro escenario. No permitamos que estas comparaciones absurdas apaguen la determinación de quienes, como María Corina Machado, arriesgan todo por la libertad. Su ejemplo, y el de esas mujeres y hombres que desafían al régimen, merece nuestra admiración y apoyo incondicional. ¡Qué dignidad la de quienes se niegan a doblegarse, aun a costa de perderlo todo! La lucha por la libertad no conoce épocas ni tecnologías; solo requiere corazones valientes, y de eso, en Venezuela, sobran. Y en otras partes del mundo también.

El movimiento de derechos civiles en Estados Unidos (décadas de 1950 y 1960), como las marchas lideradas por Martin Luther King Jr., igualmente incluyó esfuerzos clandestinos. Activistas organizaban reuniones secretas y redes de apoyo para evadir la vigilancia de autoridades racistas y grupos violentos como el Ku Klux Klan. Estas acciones, que combinaron resistencia pacífica y coordinación oculta, fueron fundamentales para desmantelar las leyes de segregación racial y lograr avances como la Ley de Derechos Civiles de 1964.

La resistencia polaca durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) . El “Armia Krajowa” (Ejército Nacional Polaco) fue una de las mayores redes clandestinas de la historia. Operando bajo la ocupación nazi y, posteriormente, soviética, esta organización llevó a cabo sabotajes, recopilación de inteligencia y apoyo a la población civil. A pesar de las duras represalias, su perseverancia contribuyó a mantener viva la esperanza de liberación y sentó las bases para la recuperación de la soberanía polaca tras la guerra. Estos ejemplos muestran que las luchas clandestinas triunfan gracias a la combinación de organización, valentía y adaptabilidad.

Cierro esta crónica con palabras recientes de María Corina Machado:

“Maduro y su régimen van a salir, de una manera o de otra. Con o sin negociación. Un día antes o un día después. Eso está escrito. Eso va a pasar. El gran desafío es esa Venezuela que tendremos que reconstruir desde las ruinas. Una responsabilidad histórica que ocurre poquísimas veces en la historia de la humanidad”.

En definitiva, no todo se puede hacer ni decir; pero las instrucciones para nuestras estrategias son muy claras y están siendo ejecutadas. El pueblo se organiza cada vez más, con sigilo, para hacer lo que le toque cuando le toque. Estamos destinados a vencer, porque ellos tienen las armas pero nosotros tenemos la gente. Somos millones y, al final del día, nada nos podrá detener.

Antonioledezma.net

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