A veces nos cuesta aceptar la realidad, no nos gusta escuchar y leer noticias porque todas son alarmantes y en ocasiones fuertes.
Se nos hace difícil reconocer que por esa actitud hemos normalizado la tragedia humana que vivimos todos los días: el hambre, los niños sin escuelas, la impunidad, la mentira descarada de los políticos. Está realidad nos mata la esperanza y pensamos que no podemos cambiarla.
Preferimos mirar con indiferencia para otro lado. Nos hemos acostumbrados a ver morir de mengua a todo un país haciendo realidad el dicho que dice “cuando la indiferencia llega la esperanza desaparece”. La apatía nos convierte en meros espectadores de nuestra propia tragedia.
Quizás lo que más preocupa es que nos está matando la indiferencia. La apatía nos vuelve espectadores de nuestra propia ruina.
Muchos se esconden al decir “eso no es conmigo”, “no podemos hacer nada”, “todo está perdido”. Aunque la desesperanza tiene razones para existir repetir esas frases contribuye a que nada cambie.
La transformación que todos aspiramos no podemos esperarla de los demás, no nos conformemos con ver caer al otro sin extenderle la mano. No justifiquemos lo inaceptable.
Hay incertidumbre sí, y estamos hartos, también pero rendirse es una forma de morir. No somos perfectos, tenemos miedo y somos humanos llenos de imperfecciones, solo Dios es perfecto, pero no nos acostumbramos al horror.
Solo lograremos cambiar la indiferencia transmitiendo confianza y esperanza con los pies sobre la tierra que es una condición determinante.
Aunque el desaliento tiene razones para existir contribuye también a que nada cambie. Es darle más poder a quienes se benefician del caos, del miedo, del silencio.
No podemos justificar lo inaceptable. Es cierto que hay incertidumbre, que estamos hartos pero la opción no es rendirnos que es también una forma de morir.
No somos perfectos, ni héroes, somos humanos comunes y corrientes que no nos acostumbramos al horror, que no aceptamos que esto es lo que merecemos.
Recordemos que la historia de los pueblos no solo la escriben los poderosos, también la escriben quienes creemos en un mundo mejor.