En relación a la característica más distintiva de la historia, sin costuras, el país se adentra a una nueva etapa comunicacional de simulaciones y falsos escenarios, donde no sea precisamente el silencio o quizás los rumores los que inunden los canales de difusión, sino “información” con interpretaciones diversas y potencialmente contradictorias.
Esta situación no será casualidad o consecuencia de una diversificada actividad de la vida nacional, por el contrario, la monotonía marcará la pauta y la persecución se centrará en el origen, sentido, dirección y magnitud de aquella información. Se tendrá que lidiar con situaciones que oscilarán entre lo inverosímil y lo apenas probable. Al final de cada día, la realidad tangible se impondrá sobre las conjeturas.
Entre tanto, la población venezolana se encontrará deseando y necesitando una orientación razonable y no precisamente para aceptar proposiciones o premiar al más destacado, sino para articular las acciones necesarias que sí deberán ocurrir para alcanzar la tan anhelada libertad, meta que muchos actores intentan eclipsar o desvalorizar.
Afirmaciones, negaciones y explicaciones sobre los distintos escenarios, conformarán perfiles que cada ciudadano deberá evaluar críticamente para aprobar, disentir y en última instancia comprender como participar constructivamente en el desarrollo de los acontecimientos.
De las múltiples interpretaciones del término “teatro”, dos resonarán aunque con desigual frecuencia en el contexto. Por un lado, las declaraciones que emanarán tanto de los lugares donde se desarrollan los hechos, como por el otro, donde ocurren las exageraciones y fingimientos propios de una forma acostumbrada de actuar. Ambas vertientes estarán dispuestas para alimentar un procedimiento en marcha que supera en vileza las peores maquinaciones del sistema.
En estos perversos escenarios, la manipulación y el abuso psicológico, se erigen como mecanismos centrales, dirigidos a consolidar o recuperar el poder; así como para construir una imagen favorable. Esto se caracteriza por la instrumentalización de personas sean o no “víctimas” en apariencia. Una bruma de engaños y simulación, abuso de confianza y la explotación sistemática de la “normalización” serán herramientas para oscuras intenciones políticas, económicas, y en general, el afán por mantener el control de la nación, constituyéndose en el verdadero objetivo que está detrás de esta singular forma de maldad.
Sin embargo, esta situación puede enfrentarse con éxito, aunque el proceso no sea sencillo ni inmediato. Por esta razón, la estrategia clave para desmantelar la narrativa e imágenes tendenciosas, radica en exponer siempre la verdad, difundir hechos concretos y verificables, generar conciencia incluso en los espacios más reducidos, fomentar la transparencia en las organizaciones de cualquier tamaño, y de manera crucial, fortalecer el pensamiento crítico en la ciudadanía.
@abrahamsequeda