El 1 de enero del próximo año se cumplirán 50 años de la nacionalización petrolera promulgada en 1976 en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez. Este acontecimiento generó momentos de gran optimismo, ya que fue seguido por una etapa de prosperidad en el país, debido a la triplicación de los precios del crudo como consecuencia de la guerra del Yom Kipur iniciada tres años antes. La alegría colectiva se sentía en las calles, en Caracas se festejaba el día anterior, 31 de diciembre, con el mayor despliegue de fuegos artificiales conocido. Éramos felices y lo sabíamos. ¡No nos imaginábamos lo que el futuro nos depararía!
La nacionalización del petróleo era un hecho inevitable. Había un consenso ideológico sobre este asunto entre todos los partidos políticos. Acción Democrática, el partido fundamental en el país en ese momento, que promovió, desde sus orígenes, las luchas anticolonialistas y antimperialistas. La izquierda que se asumía antiyanqui, por definición y Copei, partido social democrático de tendencia cristiana, que se encuadraba en una línea más bien, conservadora. Sin embargo, y no deja de resultar curioso, Rafael Caldera, primer presidente copeyano en el gobierno, tomó una decisión durante su jefatura que abonó el camino a la nacionalización, y no fue otra que la promulgación de la Ley de Reversión Petrolera (1971) la cual sostenía como principio el de no otorgar nuevas concesiones, y que los bienes petroleros pasaran a ser propiedad del Estado. Esta medida condujo a las petroleras a no hacer nuevas inversiones, en cambio, se centraron en extraer el mayor volumen de petróleo antes del vencimiento de sus concesiones vigentes.
La consecuencia de la nacionalización fue la creación de Petróleos de Venezuela (PDVSA).
La producción petrolera había llegado a los 3.700 millones de barriles diarios para 1970, luego de la promulgación de la Ley de Reversión y la Nacionalización cayó a 1.677 millones de barriles diarios en 1985, mientras que la ocupación en la industria se incrementó de 25.000 trabajadores, que absorbe PDVSA de las Concesionarias, hasta llegar a más de 70.000 trabajadores ese mismo año.
Transcurridos diez años de la nacionalización, es cuando comienza a recuperarse la producción petrolera nacional, momento en el que se distancian de las cuotas dictadas por la OPEP (Organización de Países Productores de Petróleo) para alcanzar 3.453 millones de barriles diarios para 1997, finalizando el periodo democrático. El programa de apertura petrolera (1990) generó la posibilidad para participar de la producción en campos marginales con las petroleras internacionales. La saga petrolera continua con los precios altos en el período 2010 al 2017, para caer vertiginosamente, a raíz de las sanciones norteamericanas a PDVSA, en agosto de 2017.
Desde la puesta en marcha de la nacionalización petrolera, su pertinencia ha sido objeto de un debate que aun continua. Interrogantes acerca de si el Estado debe manejar empresas de producción y servicios o estas deberían quedar en manos del sector privado, siguen siendo objeto de polémicas. Así como el problema implícito de la injerencia de la política en la conducción de la empresa. La problemática del sector laboral con participando en la dirección. El uso de la expropiación para hacerse con los bienes de las operadoras. La discusión entre inversión en la petrolera versus la extracción de fondos para el presupuesto público. Estas son algunas de las múltiples cuestiones que planteó la nacionalización.
Existen al respecto diversas opiniones. En mi modesta opinión, la nacionalización fue un error, aunque estoy convencido de que iba a suceder dada las condiciones ideológicas y de intereses prevalecientes. De acuerdo con mi criterio, el Estado no debe conducir empresas productivas, por múltiples razones avaladas por nuestra propia experiencia histórica. Además, hay una contradicción implícita entre la necesidad de inversiones creciente en la empresa petrolera frente a las crecientes necesidades del Estado.
Sobre el tema en particular queremos traer a colación cinco opiniones de expertos que vale la pena reproducir, generadas en el Foro de ANALÍTICA el pasado mes de agosto 2025:
“El modelo ha fracasado. Lo que se llamó nacionalización fue en realidad una estatificación, que acabó cerrándole la puerta al sector privado nacional. Hubo destellos de grandeza, pero la politización y la corrupción terminaron matando al paciente”, resumió el geólogo Gustavo Coronel, miembro de la primera junta directiva de la empresa. Para él, el futuro pasa por un esquema de asociación con capital privado, donde la nación sea dueña del recurso, pero no del manejo de la industria.
El exdirectivo Edgar Leal reforzó esa idea al señalar que lo más valioso de PDVSA fue el capital humano formado bajo la meritocracia, un principio que –aseguró– sostuvo a la industria durante años hasta que fue destruido por decisiones políticas. “Lo que no se puede repetir es que la política acabe con la autosuficiencia financiera y con la profesionalización. El camino es un modelo como el de Colombia, que permita competencia y participación de empresas nacionales y extranjeras”, afirmó.
Desde la perspectiva legal, la abogada Dolores Dobarro, exviceministra de Energía y Minas, defendió el proceso de nacionalización como una política pública bien diseñada y estructurada. Sin embargo, advirtió que desde los años ochenta se rompió el equilibrio entre autonomía empresarial y control estatal: “La ley fue clara y eficiente; lo que falló fue su uso político. La inseguridad jurídica y el exceso de control terminaron debilitando a la industria”.
El ingeniero y exgerente de PDVSA Luis Pacheco ofreció una mirada crítica al recordar que la nacionalización fue vista como una gesta histórica, pero que arrastró contradicciones desde el primer día. “Fue un gran experimento social y profesional, pero no repetible. El reto ahora es buscar un nuevo camino, libre de prejuicios y ataduras ideológicas”, afirmó.
Por su parte, el economista Gustavo García, especialista en políticas fiscales, recordó que la nacionalización fue negociada con respeto al marco legal y a las empresas extranjeras, pero que el verdadero problema estuvo en el manejo económico del país. “No fue el petróleo una maldición; el error fue no saber administrar la riqueza, caer en la volatilidad y en la enfermedad holandesa. El futuro debe construirse con objetividad y sin flagelaciones”, sostuvo.
En conclusión, el foro dejó claro que la nacionalización de 1976 marcó un hito histórico, pero sus promesas de desarrollo y soberanía no se cumplieron. Entre la nostalgia y la crítica, los expertos coincidieron en que Venezuela necesita un nuevo modelo petrolero, despolitizado y abierto a la inversión privada, si quiere rescatar al sector que alguna vez fue símbolo de modernidad y prosperidad.
Gerardo Lucas. Economista e historiador. https//gerardo lucas.wordpress.com